Las
tendederas de plástico, de cables de líneas de teléfonos cortados que nunca más
llevarán la llamada de ella que te dice que volverá a casa, de alambre, de
henequén que parece la soga donde los ahorcados bailan sus valses nos definen,
más que las fachadas de las casas; porque nos describe, nos exhibe, nos
vanagloria.
Blusas
estampadas que invitan a las abejas a polinizarlas. Camisas de cuadros que
parecen que todavía tienen el bolígrafo en el bolsillo. Sábanas blancas a lo
Gerardo Alfonso aún con manchas amarillas de niños incontinentes. Colchas de
trapear. Pulóveres. Pulóveres que se usan como colchas de trapear. Chores de
playa con motivos hawaianos. Trapos de cocina. Trapos para desempolvar estantes
y recuerdos. Calzoncillos. Tacasillos. Matapasiones.
Vestidos
de noche. Vestidos que encandilan de tanta lentejuela. Vestidos para
embrazadas. Vestidos largos para el teatro que debes lavarlo dos veces para
quitarle el olor a guardado del tiempo que llevan en el closet. Batas de casa
roídas. Blúmeres. Blúmeres con faja. Blúmeres con nalgas. Hilos dentales.
Calenticos.
Amarradas
de una reja hasta una mata de guayaba, de una columna al macramé de una maceta,
de ti hasta mí donde colgamos nuestros trapos sucios, nos dice cuántos niños
hay en la casa y un aproximado de su grado de escolaridad y te da una idea en
qué se le va la vida a los adultos.
El
paso del tiempo: de los pañales a la pañoleta. Pantalones azules de
preuniversitario o de choferes de Transtur o de estudiante de medicina aún con
olor a creolina por acabar de salir de la guardia. Overoles de mecánicos con
manchas de grasa que sin importar el puño que le des no se les quita. Regias
togas de jueces que podría ser un cambio de ropa para la Parca. Batas blancas.
Sotanas de sacerdotes. Camisas blancas de babalawo.
Los
barrios, los bateyes, los pueblos, las ciudades están en sus tendederas:
gotean, las agita el viento, se solean en ellas. Si quieres conocer dónde estás
mira a los patios, a los balcones, a los portales, a las ventanas.
Javas
de nylon que se reciclan, una y otras vez. Javas de tela de ir a buscar los
mandados de la bodega. Mochilas de Dora la Exploradora o los Power Rangers.
Mochilas Tabacuba que usan los becados para llevarse la ropa sucia los fines de
semanas. Riñoneras. Bolsos tejidos. Bolsos que dicen “Mi casa es tu casa”.
Bolsos de Chocolate MC.
Ahora
en todas las tendederas del país una prenda se multiplica, se reproduce,
consume palitos de tender con un hambre voraz. Parecen medusas que flotan por
encima de nosotros con sus tentáculos-cordeles: los nasobucos.
Las tendederas nos describe, nos exhibe, nos
vanagloria.