lunes, 27 de mayo de 2019

El ahorcado del Parque de la Rueda




Amaneció en la ciudad de Matanzas. El sol, como una marea de aguas claras en ascenso, iluminó de a poco una ceiba en la Calle del Medio, entre las más céntricas de la urbe: primero las piedras en círculo, parecido al brocal de un pozo, que resguarda sus raíces, después el hierro de la rueda dentada que se apoya en su tronco y luego a un hombre que colgaba a cinco metros del suelo.

El ahorcado estaba descalzo y sus inertes pies que señalaba a tierra, parecían, por la bizarra postura, los de una primera figura del ballet. Vestía un abrigo largo que le llegaba hasta las rodillas y un pañuelo blanco en la cabeza. Lucía como un vagabundo.

Esa mañana, diez años atrás, los transeúntes de camino a sus aulas, oficinas o colas se quedaron perplejos ante el balanceo del pobre hombre, como si les hubieran colocado delante del rostro uno de esos relojes con cadena que utilizan los hipnotizadores en las películas de Hollywood.

Mientras avanzaban los minutos, la multitud aumentaba alrededor de la ceiba. Un ciudadano preocupado llamó a una ambulancia; otro, a los bomberos para buscar una escalera y bajarlo; un tercero, a la policía que apareció en el sitio e investigaba si alguien sabía lo que pasó o conocían a la víctima; pero casi todos, en realidad, se preguntaban qué tendría por dentro una persona para suicidarse en un lugar tan público.

La respuesta a tal interrogante se supo a los treinta minutos, cuando el ahorcado abrió los ojos. Por dentro, es decir, oculto tras el abrigo tenía un arnés que compensaba el peso de su cuerpo, no en el cuello, sino en el tórax y entonces el pedazo de soga que lo estrangulaba solo funcionaba como decoración.

Los hechos relatados con anterioridad sucedieron en el marco de la segunda Jornada de Teatro Callejero, evento que busca trasladar las artes dramáticas de las tablas y llevarlas al asfalto y, al parecer, a las ceibas. El performance lo efectuó el grupo OVNI y su objetivo era conmocionar al público al enfrentarlos a una situación extrema.

Al otro día los actores montaron de nuevo el acto; pero en dicha ocasión en el puente Sánchez Figuera o el de San Luis, como se conoce entre los locales, con un efecto bastante parecido al de la primera vez. Los integrantes de OVNI, a pesar de todo, lograron su meta, impactar a la audiencia, aunque quizás exageraron en el intento. De todas maneras, le entregaron a la ciudad un rumor que al enfriarse se volvió historia y con el añejamiento de los años, leyenda urbana.                       

No hay comentarios:

Publicar un comentario