Hay muchos motivos que provocan la inspiración de los músicos. Algunos poseen carácter intimista que ponen sobre la mesa sus contradicciones internas, sus emociones, sus estados de ánimo y temperamento; otras tienen un origen exterior, la realidad golpea, soprende, engancha y no queda más remedio que expresar todo ello a través de la creación.
Tal vez la covid 19 haya sido el sismo social más grande desde la caída del muro de Berlín o la Segunda Guerra Mundial. Percepciones, rutinas, dinámicas que consideramos promedio durante años se rompieron y nos obligaron a construir nuevas o utilizar versiones más pobres que las empleadas durante la cada día más lejana “normalidad”.
Por ello no resulta extraño que los músicos se hayan inspirado en este fenómeno para sus composiciones. Sin embargo, todos estos productos no siempre poseen el tino de lo coherente, aunque se encuentren bien ubicados en el contexto temporal y social.
Quizás el embullo o cierta impaciencia por ser útil obnuvile al creador o ,por lo menos, eso he pensado, cuando me enfrento a estas canciones pandémicas. Tal vez alguno conciba que de por sí cualquier sencillo que gire alrededor de la situación epidemiológica que ha vivido el mundo o Cuba sea una muestra fehaciente de su compromiso social. Por tanto, para sentirse a la altura de su rol debe responder lo más raudo posible.
Según este humilde escribidor, estar a la par de su época sin dudas debe ser la principal deuda del artista. No obstante, tal vez la premura de algunos por sentirse útil, ha sido tanta que la estética ha quedado atrás.
Si el arte lo componen dos elementos, uno estético y otro cognitivo (o comunicativo), cuando uno de los dos está a la saga, entonces el resultado final cojeará y será solo una parodia de algo que pudo ser extaordinarimante bello.
Este apuro por saldar las deudas que nos impone el contexto, sería el más humano de los casos, porque siempre puede existir quienes han aprovechado la coyuntura como un trampolín para lanzar o relanzar su obra en los hits parades y otros mercados de la música insular.
El uso en su lírica de elementos identitarios de esta situación extraodinaria como el nasobuco, el aislamiento o los diferentes métodos de desinfección muchas veces se fuerzan dentro de los textos. En otras ocasiones parecen lugares comunes, porque, aunque solo hace un año el Sars - Cov - 2 llegó a la Isla, su irrumpción violenta y su establecimiento como norma y realidad provocó que el referente se desgastara de prisa y se volviera un poco repetitivo y su mención, entonces, ocasionara rechazo.
Otra vertiente de estas canciones han sido las que están en clave de humor o de música popular bailable. Llevar ánimo al público, transmitir vitalidad es necesario; no obstante, el contraste entre la realidad repleta de gente con seres queridos en las zonas rojas, de familias separadas durante meses y los tonos carnavalescos de los sencillos no siempre poseen la medida justa y con este aspecto hay que tener mucho cuidado. La sensibilidad humana puede ser muy frágil, sobre todo a causa de una situación límite.
En mi criterio las más exitosas, desde un punto de vista holístico, han resultado aquellas que se refieren a sentimientos como la nostalgia, que combaten la apatía, la desesperación y el tedio, pero desde una postura realista, donde el sujeto lírico habla desde un enfoque más humano y menos utópico. Estas transmiten esperanza y no un positividad que a veces peca de ingenua, y eso es lo que necesitamos: esperanza.
Resulta loable el esfuerzo de todos aquellos que han puesto su arte en función del enfrentamiento contra el virus y esto nunca se puede olvidar, porque como diría Martí ahí está “la utilidad de la virtud” y que a todos ellos llegue el agradecimiento del público; sin embargo, siempre resulta provechoso mirarse por dentro o escucharse por dentro, en este caso, para ofrecer productos artísticos lo más completos posibles, tanto desde lo estético como de lo comunicativo.
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