Heredia no presumas de santiaguero o de habanero o de
mexicano; porque te robamos de tu fe de bautismo, agua bendita del Yumurí para
que renazcas matancero; porque en el barco quisiste abrazar al Pan - y mi pan
es tu pan- y rasparte los antebrazos con su maleza y apretártelo contra el
pecho y llenarte de verde la solapa.
Vendedores
de melancolías y alcoholemias, melancoholemias baratas, publicistas de tardes
grises y días invernales, gurús de las lloviznas.
De codos en el puente ya no observo las barcazas pasar
y sus ondas como velos de novia color verde musgo. La verdad es que Milanés se
murió, coño, se murió bien muerto, loco, pero murió. Y de ti quedó una calle y
una estatua, noble como tú, con tus manos abiertas que se usaron como
portavasos, como portabotellas. Tal vez sea difusa la frontera entre la ofrenda
y el vandalismo.
Coleccionistas
de tejas de casas coloniales, en búsqueda de la luz heterocromada de los
vitrales a falta de reflectores.
¿Y tus mulatas de fuego, Gabriel? Gabriel no, porque
ese nombre es solo un enredo burocrático, Plácido ¿Pensabas en tus mulatas de
fuego entre latigazo y latigazo? ¿En qué el fuego es voluble y tú no eras el
único ser volátil? ¿En cómo se vería tu retrato en los libros de historia y
compendios de literatura cubana? A tú estatua le faltan las piernas y ante la
opción terrenal, de que no había bronce para terminarla, me quedo con la
metafórica, no queríamos que huyeras detrás de una nueva mulata.
Ilusos
convencidos que la matria está en la belleza y la patria en los montes, en las
manos de las parteras y los ginecobstretas; pero también en las autopsias y en
las exhumaciones.
En menudos pedazos, así estamos sin ti, con una ciudad
enlutada y sombría después de la telenovela sobretodo, pero así seguimos
maestro izador de banderas. Tu casa natal es ahora una bodega; quizás ahí se
compré la sal de la tierra, los huevos que nos faltan y arroz para alimentar
palomas y totíes. Bonifacio alza los brazos y defiéndenos de todo lo malo que
viene.
Ilusionistas
del papier machier, esnifadores de polillas pulverizadas, siempre defensores de
los principios (nunca de los finales)
Y no rechinan… rechinan las carretas por el frente de
tu casa natal en la avenida de Tirry; sino boteros, bicis-motos-coco taxis.
Agustín con tus versos levantamos la zafra: le pedimos surte a ancestros y
santos con un chorro de sinestesia, endulzamos el café con una metáfora. Y
aunque te hayas ido, nadie se va del todo, porque dejamos nuestro olor, como el
humo que se queda impregnado en los bateyes después que desmantelaran los
centrales.
Proveedores
de clientes para bares y parroquias, santos patrones de los suicidas y
alienados.
Carilda te has levantado hoy y te has vuelto ciudad:
tus axilas son callejones; tus piernas, avenidas; la bahía, cabello y dos
mechones rebeldes, el San Juan y el Yumurí. Hoy tengo el alma enferma y no
encuentro un Ten Cent para comprarme un sueño.
Los
poetas, todos esos seres desquiciados…