lunes, 25 de febrero de 2019

No te marques, mijo




Cada domingo es santo. Después de una ardua semana, no hay placer comparable al de enredarse con las sábanas. Esta es la historia de un domingo. Tu madre te levanta cerca de las doce y te dice en susurros: “Oye apúrate en votar, sino te marcas”. Tú piensas que los colegios cierran a las seis, pero no es bueno comenzar un día así con una discusión.

En la vox populis cubana marcar significa individualizar, destacar un elemento de un conjunto; pero, en tiempos de elecciones, resulta la creencia en represalias para aquellos que no participen y en algunos casos para los dormilones, como yo, porque su tardanza levanta sospechas.

Según tía tata cuenta cuentos sucederá lo siguiente:

Si no votas te “echarán pa´lante” alguien que disfruta joder por joder, tal vez la vieja chismosa de la cuadra que te tiene ojeriza o el tipo atravesado que discutiste con él porque parquea el carro delante de tu garaje. Entonces te incluirán en la lista- y el cubano por alguna razón les tiene un miedo horrible a ellas- de los disidentes, de los desafectos y nunca más podrás andar tranquilo por la calle porque montaron un operativo sobre ti y ni siquiera pienses en trabajar para el estado.  

El proceso eleccionario en la Isla resulta un proceso voluntario, al final nadie te pone una pistola en la cabeza; pero las mentes de las personas están sujetas a condiciones subjetivas muchos más motivadoras que un arma cargada. El temor irracional al marcaje tal vez sea una de las más terribles, porque nubla los sentidos. La participación ciudadana en la toma de decisiones de la nación constituye un derecho de la ciudadanía; pero más que eso debería entenderse como una obligación; pues es el método en que todos participamos en la construcción y mantenimiento de la nación  


Las causas de este temor pudieran ser varias: la resaca de tiempos que mandaban más cohesión; el “iwashingyou”- el teestoyviendo- de personas que se creían y se creen salvaguardia de la sociedad, la mala gestión de algunos funcionarios que para destacar o guardar sus espaldas utilizan estrategias erróneas o la propaganda mal diseñada o demasiado reiterativa.  


Aún no se fabrica el aparato para medir la paranoia[i]; porque este fenómeno- el miedo al marcaje- por lo menos para este escribidor-  sería eso: “una paranoia política y social”, que con los años ha aumentado su diámetro y alcance al esparcirse y solidificarse en el subconsciente colectivo. Si se utilizan los medios y medidas correctas: una adecuada y minimalista publicidad en cada ejercicio electoral, educar la cultura política de las personas, se extinguirían mitos como este.
Para quien se lo pregunté, después de que mi madre me despertó enseguida voté; sino me quedaba sin desayunar.


[i] La paranoia es un estilo de pensamiento asociado a los trastornos mentales que se caracteriza por dar forma a los delirios autorreferentes. Eso significa que quien expresa un comportamiento paranoico tiene una tendencia a creer que todo lo que ocurre y de lo que es consciente se da a causa de un mismo hecho, una verdad que normalmente intenta ser ocultada por entidades misteriosas (sobrenaturales o no) pero que uno mismo es capaz de ver.

jueves, 21 de febrero de 2019

Soy periodista por creer en la masa




Los otros días tropecé en un reguero de papeles olvidados con mi expediente de la secundaria. En su interior encontré una vieja redacción en la que explicaba cuáles eran los motivos por los que ingresaba a la Unión de Jóvenes Comunistas. El texto- además de par de construcciones verbales oficialistas y unos cuantos adjetivos grandilocuentes- contenía un ansia imperante, reducida a una oración afirmativa: Quiero ser periodista; en ese tiempo nos hicieron pensar que la UJC funcionaba como un buen desengrasante para las bisagras de las puertas recias.    

El hallazgo me hizo reflexionar acerca de la dualidad amor-odio pasiva-agresiva sobre la profesión.  En un primer momento, padecí una admiración deslumbrante; luego, en el preuniversitario, una expectativa latente; mientras lo estudiaba, una dicotomía entre intereses y malos augurios; ahora que lo ejerzo, inercia. Escribí este texto para darme un empujón y recordarme los razones, lógicas o ilógicas, por las cuales sigo en pie.

En un primer momento mi cabeza quijotesca, repleta de libros policiacos me trampeó e imaginé que sería uno de esos detectives como Phillips Marlowe o Sherlock Holmes. Hasta supermán, cuando no salva al mundo, es Clark Kent un periodista. Yo iría a sitios recónditos con el único objetivo de obtener la verdad, sin importar monstruos radioactivos o matones a sueldo al mejor estilo de los comic. Esas pretensiones de aventureras no se me quitaron, solo que ahora sé que mi trabajo es más rutinario, que los matones se fueron y dejaron a tristes funcionarios, y que la verdad responde a los intereses de clases.

Ahora abro trillos con mis pasos para que me concedan una entrevista. Tengo maestría en el trato con secretarias y recepcionistas. Recuerdo a la Santa Inquisición y sus cámaras de tortura- arrancar las uñas de los pies una por una con una pinza oxidada- cuando por paranoias infantiles, me niegan unos datos o me pelotean: ve del punto A al B; del B al C, pero primero llama al A para que te dé permiso.  

Sin mentirles, de vez en cuando pienso que escogí el trabajo más malagradecido de la historia y quisiera que me metieran en un ring de boxeo con García Márquez para que se tragara junto con par de dientes su frasecita de que es el “oficio más hermoso del mundo”; sin embargo, en otras ocasiones, alguien se me acerca y me dice que le gustó-interesó- descargó- leyó, tal o más cual trabajo y esas noches duermo sereno como un bebé.

Creo en la masa: la masa que se rebela ante la bota invasora, que tiembla de miedo ante los terremotos de grado 6 en la escala de Richter, que se insulta y grita cuando las autoridades no la respetan, que lloran por la leucemia y se interesa por los tratamientos capilares. El periodista, en su afán de puente, está ahí. Une la realidad caótica; la transforma en concentrados espejos de hechos, la traduce en mensajes universales que algunos minimalistas llaman noticias.