jueves, 24 de octubre de 2019

Entrevista a un criptozoologo o licencia para cazar sirenas





- ¿A qué te dedicas?- pregunté.

El muchacho que tendría 18 o 20 años disfrazado de Súper Mario – parecía que lo habían recién sacado de la pantalla de una computadora, aún tenía el olor a pixeles frescos - se arregló la gorra y se atusó el bigote pintado con plumón permanente y me contestó.

- Soy criptozoologo- me respondió. Yo levanté la cabeza de la agenda.

- ¿Qué es eso? – pregunté. La noche prometía mucho más de lo que pensé en un primer momento.

Estaba en mi primer año de periodismo y un amigo me había invitado a un evento para promocionar la cultura japonesa. Ese era el espíritu del proyecto; pero, en verdad, se había vuelto una cofradía de fanáticos al manga y al anime. Todo ocurría dentro del Museo Provincial y resultaba una escena rara: unas adolescentes vestidas como colegialas se tiraban unas fotos frente a un piano de cola, y en la pantalla del televisor algunos se mataban a patadas giratorios y bolas de poder en un torneo de videojuegos.

Ante la sorpresa encendí un cigarro y de repente, un ninja apareció de alguna parte, tal vez de una puerta en las sombras, y me dijo que no podía fumar ahí… – mientras hablaba corría en el lugar con las manos estiradas detrás de la espalda- … que a los padres les molestaba. Señaló con un pequeña katana a un grupo de sillas replegables donde unos señores y señoras me miraban cejudos. Supe, entonces, que la noche prometía.

Le pedí a mi amigo que me trajera a uno de los miembros del proyecto: una muchacha y un muchacho. Sobre la primera no hay mucho que contar, una entrevista corriente; el segundo, fue al criptozoologo.

- Nosotros nos dedicamos a investigar y cazar animales mitológicos como sirenas, duendes y dragones.- me respondió. Lo primero que imaginé es que él le hacía honor a Super Mario, pero en vez de aplastar hongos, se los comía y en grandes cantidades, los suficientes como para que el cerebro pareciera recién extraído de un microwave, con un poco de humo por encima y todo.

Mas, en un segundo momento, quise seguirle el juego. Unas semanas atrás, de celular en celular, había transitado la foto de un grupo de personas que se habían fotografiado en las Cuevas de Bellamar y detrás de ellos aparecía un güije. Así que la ciudad se encontraba entre interrogantes místicas; aunque lo más probable resultara que solo fuera un bromista místico y un Fotoshop legendario. De todas maneras, le pregunté.

- ¿Entonces qué me puedes decir acerca del güije delas Cuevas de Bellamar?  



 Él se volvió a atusar su falso bigote.

- Compadre, yo soy de las personas que para creer, tengo que ver.

Casi salgo disparado del asiento y le grito: qué cuando él, en su vida, ha visto una sirena; sin embargo, lo pensé con más calma y terminé la entrevista. Cada cual tiene derecho a salirse del mundo a su manera, aunque la teoría de los hongos aún me parecía bastante factible. 

Al salir del museo se preparaban para hacer un Karaoke en japonés.

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