viernes, 14 de agosto de 2020

Habanatanceros

  

 

Somos la croqueta de Cuba, croqueta de ditú, entre pan y pan Matanzas, entre La Habana y Varadero, Matanzas.  Somos una ciudad de paso. Somos una ciudad borrosa y empañada en las ventanillas de Transtur y Transmetro. Somos el tráiler de una ciudad, cinco minutos de azul mar y gris concreto antes que comience la película. Somos una urbe que se sirve de aperitivo. 

Demasiadas veces cuando le preguntas a algún foráneo nacional si ha visitado Matanzas “Te dice que de paso a Varadero”. Esta condición de fugacidad, esta falta de permanencia en la memoria ajena también afecta a los habitantes de la ciudad, porque poco a poco también te vuelve un ser en espera de la huida.

Así encontramos a quienes viven una doble ciudadanía, que tienen una dualidad de gentilicios, matanceros y habaneros, los habanatanceros, gente que la vida se le va en camiones de 50 pesos  y guaguas de 20, si ese día tienes una suerte que espanta a los gatos negros.

La cercanía de La Habana es un arma de doble filo – acerca de Varadero ya hablaré en otra ocasión -, porque permite estar a dos horas de las principales instituciones y acontecimientos de país; sin embargo, la sombra de El Capitolio es larga y totalizadora.

Muchos estudiantes, por ejemplo, cursan carreras en la Universidad de La Habana, pero antes de regresar al sótano que representa su génesis al graduarse, prefieren quedarse en la Capital, porque allí existen más oportunidades profesionales, más posibilidades de superación tanto económicas como personales.

En la cultura, por otra parte, la proximidad hace que sea más fácil a los artistas moverse hacia la tierra cuadriculada por puentes y ríos al poder ir y venir en un mismo día, por ello y, sobre todo, en estos últimos tiempos, los anteriores a la pandemia aclaro, resultaba habitual encontrar artistas de renombre nacional cada fin de semana en una plaza, un bar o por las calles, como otro transeúnte cualquiera.

Sin embargo, los artistas yumurinos también se hallan a un salto de fe de la salida del túnel y muchos deciden probar suerte allá para escapar de la fama local, abandonan el barco, porque solo los capitanes desfasados se hunden con su nave; aunque luego en sus canciones o cuadros o libros siempre hay un trasfondo nostálgico hacía el anfiteatro geográfico donde los edificios son las gradas y la bahía, el escenario, que constituye Matanzas.

En la Biblia dicen que después que Caín mató a Abel a este lo marcaron de por vida como un apostata. Muchos son los que llevan la marca de Caín, la idea del desarraigo, la culpa del traidor geográfico, y se nota en un amor desmedido por la ciudad desde la lejanía en post de Facebook, en escritos, en conversaciones a voz quebrada; a otros no les importa y ya.

La emigración resulta una realidad que no solo se circunscribe a una escala internacional, sino que si le hacemos zoom al mapa veremos que a lo interno de los países también sucede.   

            

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