En 1959 la Revolución resultó un big stick, un gran palo, en la cara de Estados Unidos, que como
buen cowboy no aceptaba en su rebaño
a un novillo rebelde. A nadie le gusta quedarse dado. Pronto llegaron las
agresiones políticas, económicas y paramilitares: comenzaron las violaciones
del espacio aéreo y marítimos cubanos, con el propósito de bombardear y
ametrallar poblados, centrales azucareros, plantas eléctricas y otros puntos de
interés; en Matanzas, en febrero de 1960, una aeronave estalló sobre el central
España y se comprobó que el piloto era norteamericano y que esa constituía su
tercera incursión en territorio nacional.
A la vez, algunos intelectuales, sobre todo aquellos
con una postura de izquierda, se acercaron al proceso cubano: Jean Paul Sartre,
Simone de Beauvoir, Julio
Cortazar, Gabriel García Márquez. Entre ellos se destacaron el poeta español,
perteneciente a la generación del 27, Rafael Alberti y su esposa, la poeta o
poetisa, ustedes eligen el que más les guste, María Teresa León.
En 1960, en su segunda visita a la mayor de las
Antillas, la otra fue por los años treinta, el autor de Marinero en Tierra en una controversia poética con Nicolás Guillen
en un teatro de La Habana, propone el proyecto del “Avión de la Poesía”. Carilda
Oliver Labra, la poetisa o poeta, en una entrevista concedida a la periodista
Amariliys S. Ribot testificaría:
“Hay
otra historia ligada al Sauto y que pocos recuerdan. Al principio de la
Revolución comenzó por allí un curioso festival: el del Avión de la Poesía. (…)
En aquellos tiempos de vida tan intenso había llegado a Cuba el poeta Rafael
Alberti (…) con su esposa María Teresa León, quienes propusieron que los poetas
organizáramos recitales gigantes, cuyo importe estaría destinado a ayudar al
país a comprar un avión para fortalecer su defensa.”[1]
El 29 de mayo de 1960 se realiza en el Teatro
matancero el evento. Este unió no en balde a bardos como Nicolás Guillén, el de
Cantos
para soldados y sones para turistas, que siempre fue soldado y nunca turista, y a la
parejita de gallegos que aunque no sean de Galicia los cubanos de cariño y para
no complicarse con los gentilicios le dicen así a todos los españoles, y a músicos,
entre ellos a Ignacio Villa, más conocido por su poco tropical nombre artístico
de Bola de Nieve. Sobre ese día Carilda recuerda:
“Yo también dije mis versos. Creo hoy en Cuba las personas leen mucha
poesía, pero no sé si aún existan eventos donde se reúnan poetas y el público
replete el lugar y aplauda tanto.”[2]
Quizás “el avión” no fue más que una metáfora, una
metáfora con alas y turbina; sin embargo demostró que no solo con las
cuatrobocas y las baterías de playa se defiende un país, sino también con el
verso. El arte tiene más alcance que los misiles cuando se tiene bien fijado el
objetivo, el arte preciso, el arte franco, el arte de franco tirador.
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