lunes, 8 de julio de 2019

Momo y la burocracia




Tal vez una de las historias de ficción que mejor describe a la burocracia le pertenece al escritor alemán Michael Ende y es una obra para niños, aunque trate un tema tan serio. En ella una chica llamada Momo, que constituye también el título de la novela, debe enfrentarse a los Hombres Grises. Estos trabajan para el Banco del Tiempo y les ofrecen a los pobladores del pequeño pueblo italiano donde se ubica la trama, la posibilidad de ahorrar tiempo para después poder recuperarlo con intereses.

Sin embargo, en un algún punto se revela que estos Hombres Grises en verdad convierten el tiempo en tabacos que deben fumar para no desvanecerse (al revés del slogan televisivo: sino fuman, se esfuman) y que nunca pensaron en devolvérselo a los pobladores.

Cada vez que me enfrento a un trámite o a una reunión sin otro sentido que rellenar papeles mudos, porque nunca dicen nada, y que luego se engavetarán, pienso en Momo. Imagino que el funcionario corta y tuerce encima de su buró mis minutos como una verde hoja de tabaco, y los vuelven un puro que enciende en mi cara. Entonces recuerdo que Cuba es la tierra del mejor tabaco del mundo y que también posee el record Guiness del más largo, más de 100 metros, y me digo que “la cosa está bien jodida”

Otro Alemán, el sociólogo Max Webber que vivió a finales del siglo XIX y principios del XX, constituye uno de los primeros que formuló la burocracia como una forma de organizar el trabajo en sociedades cada vez más industrializadas y complejas. Entre sus principales postulados se encontraban: contar con una jerarquía de autoridad bien definida; desarrollar normas, reglas y estándares de operación que sean precisas; especificar los deberes y derechos de cada empleado; delimitar la injerencia del personal en la propiedad de la organización; llevar un informe administrativo y por escrito de los actos, decisiones y reglamentos más importantes. Paremos ahí que el objetivo de este texto no radica en contar la historia del tabaco.

En Cuba el término burocracia y sus derivaciones, burócrata y burocrático, han tomado un significado peyorativo, porque se concibe como una serie de inútiles gestiones tan largas como el olvido y tan aterradoras como pesadillas donde caes por un acantilado y el suelo nunca llega.

Tal vez entre los procesos más temidos se hallan los trámites (vivienda, emigración, entre otros), el papeleo de toda la vida. Por los cuales debes ir a distintas oficinas o a la misma varias veces y someterte a largas colas y a la incertidumbre de si los documentos están en regla para no tener que empezar desde cero. Otro sería el exceso de “reunionismo”, encuentros formales y periódicos, en muchas ocasiones sin un objetivo preciso más allá de la costumbre y la rutina y que de tantas actas hacen temer por la deforestación mundial.
Muchos organismos y organizaciones poseen grandes cuentas en el Banco del Tiempo que llenan a costa de sus trabajadores o miembros; al aplicar procedimientos desfasados de época y que no han aprendido a renovar o no se han preocupado por hacerlo.

En sí la burocracia como método para organizar la labor humana funciona, mal, pero funciona. El planteamiento del compañero Webber obvia el factor humano, nadie quiere que se fumen su tiempo como un Reloba, y el carácter dialéctico, es decir la habilidad de evolucionar o adaptarse ante situaciones diferentes. Mientras tanto seamos como Momo y combatamos a los Hombres Grises, al plantear el problema en cada espacio que podamos, y en el más triste de los casos, con mucha paciencia.   

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